Lavar bien los fresones, escurrirlos y cortarlos en láminas finas. Hacer lo mismo con los tomates, fileteándolos también muy fino. Disponer los dos frutos en una fuente, alternándolos entre sí. Deshojar varias ramas de tomillo y espolvorear sobre los tomates y los fresones. Añadir sal y un golpe de pimienta negra. Rociarlos con el aceite de oliva y pulverizarlos con un poco de vinagre de Jerez reserva. Si se quiere, se puede completar esta ensalada con unas hojas de rúcula, cuyo amargor servirá de contrapunto al dulce-ácido del plato. Otra versión estriba en añadir al tomate y las fresas unos dados de queso fresco, tipo ricota o mozzarella y maíz. El vinagre se puede sustituir por un chorrito de balsámico.
¿Fresones o fresas?
Hay claras diferencias. Las fresas crecen salvajes, son pequeñas, con mucho sabor y muy difíciles de encontrar en el mercado. Lo que consumimos habitualmente son fresones, un fruto de mayor tamaño. El fresón es un híbrido del cruce de distintas especies, que los botánicos se consiguieron en el siglo XVIII.
Un plato sano y ligero
Fresones y tomate forman un 'matrimonio' perfecto en una dieta saludable. El fresón apenas contiene calorías (30 kcal por 100 gramos) y su contenido en agua es del 90 %. Es rico en vitamina C, como el tomate. La unión de ambos favorece a las defensas. El tomate es también hipocalórico (20 kcal por 100 gramos).
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